Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 25 de julio de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones 110, 2.858 a 2.862
Tema: Crisis Ministerial

El Sr. SAGASTA (D.Práxedes Mateo): Aquí se levanta, Sres. Diputados, uno, al parecer arrepentido, según la versión de ciertas personas y de ciertos órganos que yo creía que debían ser amigos: aquí se levanta, Sres. Diputados, un arrepentido, según algunos desdichados o malignos, cuyo delito consiste en que, habiendo pensado todos los partidos, habiendo pensado todos los hombres políticos, habiendo pensado todos los que estaban dentro de la revolución desde hace tres años, hasta hace quince días, que era conveniente la conciliación, yo he tenido la desgracia de ser partidario de ella durante tres años, como todos, y quince días más; quince días más, señores, he abogado yo por la conciliación, y eso ha bastado para que algunos amigos que se dicen radicales y no sé lo que son, hayan creído que yo necesitaba dar explicaciones de mi conducta, hayan creído que yo las había dado, y hayan creído que yo buscaba absoluciones a que jamás he aspirado: ni las pido ni las necesito. (Bien.) iExplicación de mi conducta! ¿Qué explicación de mi conducta he de dar yo? Mi conducta ha sido noble, mi conducta ha sido leal como lo ha sido siempre. ¡Absolución! ¿Por qué? ¿Absolución de haber pensado como han pensado todos Ios hombres políticos de este país comprometidos en la revolución, de haber pensado hoy como pensaba ayer, como pensé anteayer, de haber pensado hoy que se trata de afianzar la revolución, lo que pensé antes de hacer la revolución y cuando la revolución se hacía, que sin la buena fe, sin la armonía entre todos los elementos liberales del país era imposible hacer la revolución y era imposible consolidarla? ¿Absolución de eso? Ni la quiero, ni la necesito. (Bien, bien.)

Hace poco tiempo que empezó a agitarse en los ánimos la idea peligrosa de si convenía continuar con la conciliación o si convenía que ésta cesara. Yo, señores, lo declaro, he trabajado todo cuanto ha estado de mi parte para que la conciliación continuara; pero es la [2.858] verdad que esa idea que se empezó a agitar en los ánimos del Ministerio, llegó como era consiguiente al Ministerio, y desde aquel momento, sin que hubiera ninguna cuestión concreta en la cual estuviéramos en disidencia los individuos que componíamos el Gabinete, porque yo debo declarar aquí que no se ha presentado cuestión alguna grave en el Gabinete que no haya tenido una solución, y señores, han debido presentarse muchas y muchas de repente, porque no hay más que observar la naturaleza y la importancia de esta Cámara, sin más que observar la naturaleza, la fuerza y la importancia de las oposiciones, y no hay ningún Gobierno que no encuentre cuestiones graves del momento cuando tiene enfrente oposiciones como no se han conocido nunca en este país, por su número, por su clase y por su fuerza; desde aquel momento, repito, el Ministerio no podía ya continuar.

No había en realidad cuestión alguna concreta que pudiera traer una disidencia a los individuos del Gabinete; pero la idea de si convenía o no la conciliación, que bullía dentro de las fracciones que constituyen el partido revolucionario; esa idea había de llegar natural y lógicamente al Ministerio, y la idea llegó; y esta es la causa de la crisis, causa constitucional, causa política, causa producida par una disidencia esenciadísima entre los individuos del Gabinete. En el momento que había unos individuos del Gabinete que creían que la conciliación era imposible mientras había otros que por el contrario sostenían que la no sólo era posible, sino que era conveniente, surgía una disidencia radical que impedía marchar adelante; y aunque no había una causa parlamentaria para la crisis, había una causa política, causa que fue exponer a S. M. el Rey.

Cada Ministro dio las razones que creyó convenientes en apoyo de su opinión, y el Rey entonces comprendió que aquel Ministerio no podía continuar, y se dignó aceptar la dimisión.

 Consultó el Rey entonces a los Cámaras, consultó a otros hombres políticos y tuvo por conveniente consultar también a los que eran todavía sus Ministros responsables. Señores, es la verdad que ninguna de las personas que aconsejaron al Rey negó la conveniencia de la conciliación, siquiera alguno hubiera negado la posibilidad; y es la verdad también que todos aconsejaron al Rey que el Gabinete que debía suceder al del Sr. Duque de la Torre debía ser también de conciliación.

También se dignó consultarme S. M., y yo, con la lealtad y la franqueza con que hablo siempre a S. M., aunque guardando el respeto debido, dije al Monarca que no creía que hubiera llegado el momento de la ruptura de la conciliación; que yo creía peligrosa una política exclusiva, que yo creía indispensable para la salvación de los altos intereses de la Patria, una política de conciliación; que si la política de conciliación podía hacerla un Gabinete también de conciliación, tanto mejor con menos dificultades habría de luchar dentro del Gobierno, fuera de las cuestiones de Gabinete; pero que si no era posible llevar al Gabinete la conciliación de las personas, era indispensable que el Gabinete que se formara fuera de conciliación, ya de los tres, ya de dos partidos, y era necesario que hiciera una política de conciliación, porque sin esa política era imposible que pudiera marchar.

Dado este consejo a S. M. el Rey, el Sr. Presidente que había sido del Consejo de Ministros anterior, y encargado de la formación del nuevo Ministerio, quiso contar conmigo. Yo le dije: " he aconsejado al Rey que debía hacerse una política de conciliación con un Ministerio de conciliación, si es posible de los tres elementos; y si no es posible esto por causas personales, por circunstancias personales, por cualquier causa extraña a la cuestión de conciliación, con los elementos que se pueda; y por tanto, yo no puedo menos de contribuir, no puedo menos de ayudar a la realización del consejo que he tenido por conveniente dar a S. M."

 El consejo que yo había dado a S.M. estaba en armonía con los consejos que le habían dado casi todos los hombres políticos a quienes había consultado. La unión liberal había aconsejado al Duque de la Torre, por medio de algunos de sus representantes, que puesto que iba a formar un Gabinete de conciliación, y en él habían de tener cabida algunos individuos de la unión liberal, ésta no tenía para qué hacer nada; puesto que había tenido en el Gabinete anterior dos representantes, dignos, se creía dignamente representada con que esos individuos continuaran en el Ministerio que iba a suceder al anterior. Entonces el Duque de la Torre con sus dos compañeros, los Sres. Ulloa y Ayala, que son precisamente los ministros a que los representantes de la unión liberal se referían, con una nobleza que yo no olvidaré nunca, con una lealtad que no es bastante reconocida, me dijeron: " Sr. Sagasta, aquí se trata de hacer un Ministerio de conciliación; aquí se trata de afirmar las conquistas de la revolución; y como lo principal que se necesita es que este Ministerio merezca la confianza de todos los partidos y de las personas que le han de ayudar, forme Vd. un Ministerio, para lo cual ahí están nuestras carteras ministeriales; pero queremos que progresistas y demócratas tengan confianza en el Ministerio, y que progresistas, demócratas y unionistas marchemos todos unidos al afianzamiento de las conquistas de la revolución. Tengo el disgusto de decir a Vd., dijo el Sr. Duque de la Torre, que no podemos contar con la fracción democrática, porque he hablado con sus hombres más importantes y ninguno de ellos parece dispuesto a formar parte del Gabinete."

 Yo dije entonces:" el Gobierno por las personas que lo compongan necesita ser un Gobierno de paz y concordia, y a pesar de que no tenga en él representación la fracción democrática , todavía esa fracción tendrá bastante patriotismo para apoyar a un Gobierno que sostenga y consolide los intereses de la revolución. Adelante, pues; podemos contar con los progresistas." Entonces el Sr. Duque de la Torre, el Sr. Ulloa y el señor Ayala me dijeron: "ahí tiene Vd. las carteras del Ministerio; repártalas Vd. como quiera; ya que no entra en el Gabinete la fracción democrática, es necesario que la progresista tenga tal representación, que no deje duda ninguna de que lo que queremos es seguir una política una política de atracción favorable a los intereses del país, no una política de exclusivismo y menos con las fracciones que han contribuido a la obra que todos estamos interesados en sostener.

 El Sr. Duque de la Torre ha dicho que la crisis se ha hecho a la lu"z del día, y es verdad; y puesto que no hay nada que ocultar, y puesto que es conveniente que se sepa toda la verdad, todavía voy a decir más. El señor Duque de la Torre, después de poner a mi disposición todas las carteras del Ministerio, que era como ponerlas a disposición del partido progresista, me dijo " si quiere Vd. dar a otro general la cartera de la Guerra, yo me quedo sin el Ministerio de la Guerra; me basta [2.859] con la Presidencia sin cartera; porque ante todo, lo que quiero es un Ministerio que inspire confianza a todos los elementos de la revolución, y que tenga con sinceridad y buena fe el apoyo de todos los partidos interesados en la obra revolucionaria; y si Vd. cree que no basta eso para inspirar confianza a los partidos que se llaman radicales (ya estoy cansado de oír la palabra radical, que no sé lo que significa); si Vd. cree que no basta eso, por las calumnias e injurias de que he sido objeto, calumnias e injurias dirigidas por los enemigos de la revolución, más que por los del Duque de la Torre, para ir separando de la obra revolucionaria hoy a un hombre y mañana a otro, hasta dejarla sin apoyo; si Vd. cree que mi nombre ha de ser un estorbo para la confianza de las fracciones liberales, sea Vd. Presidente del Consejo de Ministros; y como Vd. forma Ministerio, yo seré lo que Vd. quiera, capitán general de Madrid o de cualquiera otra provincia, o lo que Vd. quiera." No se puede, señores, proceder con mas nobleza y lealtad que procedieron el Sr. Duque de la Torre y los demás dignos compañeros míos, con quienes hace tanto tiempo venía corriendo todos los peligros por que hemos pasado en las últimas circunstancias, hasta el punto de haber yo olvidado su procedencia y la mía.

Y de esta manera, correspondiendo al levantado pensamiento del Sr. Duque de la Torre y de sus dignos compañeros, se nos ocurrió a todos las siguientes reflexiones: pues si este Ministerio se va a formar con tan levantado objeto, debe tener en él entrada el brigadier Topete. Se llamó al Sr. Topete, y el Sr. Topete, a pesar de que el estado de su salud y sus circunstancias personales se oponían a que tomase parte en ningún Ministerio en estas circunstancias, al ver el elevado pensamiento que a todos nos animaba, respondiendo, como S. S. responde siempre, al eco del patriotismo, después de algunas dificultades atendibles, que en otras circunstancias hubiéramos atendido, pero qué en estas no quisimos tener en cuenta; el brigadier Topete, sacrificándose, como sabe sacrificarse siempre por la Patria, dijo: " aquí estoy; pueden Vds. contar conmigo."

Aún me pareció a mí que no estaría completo el Gabinete, si no venía a unirse a nosotros el Sr. Malcampo. No necesito decir lo que es el Sr. Malcampo; todos le conocéis, y le conocen más los interesados en la revolución. Era el comandante de la fragata Zaragoza, de aquel buque de la escuadra que hizo posible e invencible la revolución; era el que acogió a D. Juan Prim, el amigo de D. Juan Prim, a quien aquel general comunicaba todos sus pensamientos y de quien recibía todos los consejos. El Sr. Malcampo es hombre modesto, y puso a nuestras instancias las dificultades que su modestia le aconsejaba; pero al saber cuál era el pensamiento levantado del Gabinete; al saber que el brigadier Topete entraría en él, al verme a mí, también amigo tan leal de D. Juan Prim, dijo: " yo estaré donde estén Sagasta y el brigadier Topete."

Llamamos a otros amigos para completar el Ministerio, que ya faltaban muy pocas carteras; acudió mi antiguo amigo particular y político el Sr. Candau, y a pesar de su resistencia a tomar posición oficial alguna, en lo cual no había pensado jamás, porque es amigo mío de mucho tiempo y siempre le he oído expresarse en este sentido, a pesar de la modestia que le caracteriza, el Sr. Candau me dijo: " en donde entran estos señores y Vd., entro yo, porque veo que no ha de peligrar la libertad." Y el Sr. Candau se decidió a entrar en el Ministerio y a prestarle su cooperación. No quedaba más que el Ministerio de Hacienda; el Ministerio de Hacienda, por las inmensas dificultades que este departamento presenta, por la especialidad que exige, por los grandes obstáculos con que va a tropezar, era difícil; pero en fin, estábamos pensando en algunas personas que podían desempeñarle, y aún se habían hecho algunas indicaciones, cuando llegó a mi noticia que la fracción democrática estaba dispuesta a negar su apoyo al Ministerio en la forma que estaba constituido, y que una parte del partido progresista también veía con recelo la formación de ese Ministerio.

Era ya muy tarde. Yo procuré enterarme, mandando a algunos amigos, de la opinión que reinaba en el partido progresista y la fracción democrática, y supe con el más profundo dolor que una parte del partido progresista se disponía a combatir al Ministerio, y que la fracción democrática estaba contra él. Entonces dije al Sr. Duque de la Torre: " Mi general, el Rey ha encargado a Vd. la formación de un Ministerio de conciliación; yo me he prestado a formar ese Ministerio o a contribuir a su formación, con la idea de unir la conciliación de los partidos; pero a pesar de nuestros nobles propósitos, pero a pesar de nuestros buenos deseos, este Ministerio no va a ser Ministerio de conciliación; va a ser Ministerio de lucha, y Ministerio de lucha entre los que han sido hasta ahora nuestros amigos; y como esos no son los propósitos del Rey ni es mi deseo, dígale Vd. a S. M., antes de completar el Ministerio, lo que puede suceder, que en vez de un Ministerio de conciliación se va a encontrar con un Ministerio de guerra." Quedó interrumpida la formación del Ministerio; fue el Sr. Duque de la Torre a desempeñar su cometido ante el Rey, ante el Rey, señores, que supo con extrañeza lo que ocurría, porque afortunadamente para los españoles el Rey de España no acierta a comprender que cuando todos le aconsejan una cosa, todos no ayuden a la realización de lo mismo que se le aconseja.

Señores, era la una de la madrugada; el Rey, a cuantas personas había oído les había oído decir lo mismo; el Rey a aquella hora le dijo al Duque de la Torre" Pues insisto en que debe continuar Vd formando Ministerio."

Era ya tarde cuando volvió el Duque de la Torre, y no era posible continuar aquella noche formando Ministerio: pero al Rey debió alarmarle tanto la noticia que el Duque de la Torre le llevó, que a las dos de la madrugada mandó a buscar a los Presidentes de las Cámaras, y los Presidentes de las Cámaras insistieron en el consejo que antes le habían dado, y el Rey hizo saber esto mismo al encargado de la formación del Gabinete.

Por la mañana, muy temprano, nos volvió a reunir a los que ya formábamos parte del Ministerio, y a las dos o tres personas que podían completarle con el Ministerio de Hacienda. Yo estaba enfermo; yo estaba en cama; pero mis amigos venían, me contaban sus impresiones, me contaban las impresiones de los demás, y yo les oía y yo veía que con tan nobles propósitos no íbamos a conseguir nuestro laudable deseo.

En aquel estado, ya fue cuando pude abandonar el lecho; me presenté al Duque de la Torre y a los demás compañeros allí reunidos, y les dije la triste situación en que yo estaba colocado; que no hay nada que amargue más al hombre honrado y al hombre leal que la injusticia e ingratitud de sus amigos. Cuando yo supe que mis amigos más caros, mis más antiguos amigos, que así en la prosperidad como en la desgracia, y [2.860] más en la desgracia que en la prosperidad, me han dado pruebas irrevocables de verdadera amistad, dudaban de mí y desconfiaban de mí, yo decía: " Pues si mi amistad, mi lealtad, mi patriotismo de siempre, el conocimiento íntimo que tienen de mi persona y de mis opiniones no bastan para convencerles, ¿cómo les ha de bastar el Ministerio? Este Ministerio va a nacer muerto, muerto para mis amigos, muerto para los demócratas; no debemos formar ese Ministerio."

Señores, yo que si no estoy dispuesto a dirigir a mi partido cuando no creo que va por buen camino, no quiero atacarle jamás, yo dije: " cree mi partido que ha llegado la hora de abandonarle, que ha llegado la de la ruptura para mi partido pues ha llegado para mí; yo no le he dirigir en este camino; pero le seguiré en él, porque estoy dispuesto a seguirle hasta en sus extravíos: a lo que no estoy dispuesto es a dirigirle, ni aun en sus impaciencias."

Me hirieron algunas observaciones mis compañeros; pero yo creía que mi lealtad me obligaba a proceder de la manera que lo hacía; y al decir el Duque de la Torre, y al decir los demás compañeros: pues entonces el Gabinete de conciliación es imposible, porque nosotros no queremos, come dicen, un Gabinete conservador en el sentido que aquí se da a la palabra conservador, en el sentido reaccionario, como si hubiera deseos en el Gabinete de modificar la Constitución del Estado, como si hubiera propósitos en los hombres que allí nos reuníamos de menguar las conquistas de la revolución; nosotros, que no quisimos formar un Gabinete en ese sentido, habíamos de hacer creer a los demás partidos que ese era el sentimiento que nos guiaba.

Al Sr. Duque de la Torre, al levantarse para ir a dar cuenta al Rey de este suceso, le dije yo:" pues no tengo inconveniente en que Vd. le diga al Rey la verdad: yo pensaba que muchos de mis amigos tendrían más confianza de la que tienen en mí; puesto que tan poca tienen, no quiero, no voy a ninguna parte contra las aspiraciones ni contra los deseos de mi partido; puesto que no es posible un Gabinete de conciliación en el sentido que antes lo habíamos propuesto, puede el Rey llamar a formar un Gabinete homogéneo; pero si a pesar de eso se acordaran de mí, yo desearía que no lo hicieran, porque me cuesta macho trabajo resistirme a los deseos de un Monarca tan constitucional como el que tenemos en España."

Se dio por terminado el Ministerio y la crisis se resolvió como todos los Sres. Diputados han visto; entonces vino el actual Presidente del Consejo, mi digno amigo Sr. Ruiz Zorrilla; me consultó, en efecto, sobre el Ministerio, tuvo gran interés en que yo entrara a formar parte en él. Pero antes de que el Sr. Ruiz Zorrilla viniera; ya habían venido comisiones de todas clases de mi partido a darme una amplia satisfacción por las dudas que habían abrigado de mi conducta. Comisiones de todas clases vinieron a pedirme que entrara a formar parte del Gabinete; pero yo no pude acceder a eso y me costó gran trabajo, porque a mí me cuesta mucho trabajo negarme a las aspiraciones de mi partido cuando son nobles, aunque no sean aceptables, que no siempre las aspiraciones de los partidos son aceptables: me costó también grandísimo trabajo y gran amargura negarme a las súplicas de mi querido amigo el Sr. Ruiz Zorrilla, porque me cuesta siempre mucho trabajo no acceder a los deseos de los amigos que quiero tanto.

Pero, señores, yo tenía dos razones para no poder aceptar una cartera del Ministerio: la primera era política; la segunda era personal. La política era que no creyendo yo que un Ministerio homogéneo en las circunstancias actuales y sin correr aventuras pueda, haciendo política exclusiva de partido, llevar a salvo la nave del Estado, yo creía que debía ir con mi partido, que debía ayudarle hasta donde mis fuerzas alcancen; pero que no podía dirigir, que no podía ser director; porque cuando un hombre político tiene esa convicción, creo que falta a sus deberes más sagrados al meterse a director y hacerse responsable de los acontecimientos que puedan sobrevenir.

La segunda era personal. Acababa yo, al ver la actitud de mi partido, de disolver un Ministerio, en el cual, como ven los Sres. Diputados, había tenido una acogida como no la podía tenor mejor, de confianza, de aprecio y de cariño entre los más amigos míos y correligionarios. Pero es la verdad, que por las circunstancias y por la actitud de mi partido y del democrático, yo había disuelto aquella combinación. Señores, si al disolver aquella combinación hubiera aparecido formando parte de otro Ministerio lo que habría sido acto patriótico quedándome yo fuera, hubiera aparecido en la opinión como un acto indigno. Yo, señores, estoy dispuesto a hacer por mí partido todos los sacrificios, todos; pero no estoy dispuesto a hacer por mi partido ni por nadie el sacrificio de mi honra; yo estoy dispuesto ir hacer eso, no sólo por mí, sino por el mismo partido progresista: porque los hombres valen en los partidos, no sólo por las simpatías y por el cariño que disfrutan entre sus amigos, sino por la consideración y por el respeto que disfrutan con sus adversarios. En eso quizá, en la consideración y en el respeto que se saben conquistar por su buena conducta entre sus adversarios, está la fuerza de los hombres políticos, más, quizás más (no tengo dudas en asegurarlo), que en las simpatías y en el cariño que puedan disfrutar entre los suyos.

Por eso, señores, no he entrado yo a formar parte del Gabinete que hoy ocupa el banco azul; de otra manera, ya lo he dicho otra vez, yo considero ese puesto como un deber a que las situaciones elevan a los hombres políticos. Cuando el partido llama a un hombre a ese banco, debe alcanzarlo por todos los medios legítimos y dignos que estén a su alcance; y cuando le ocupe, debe procurar conservarlo por todos los medios, mientras aquel que le impone el derecho no le exima de él. Uno no es dueño de estar o no estar por deber cumpliendo una misión que le impone quien puede; porque los hombres no vienen a este banco por su personalidad, vienen en cumplimiento de un deber, de una misión de un partido. Si yo, pues, no hubiera tenido ese deber de honra que me impedía en absoluto formar Ministerio, yo hubiera quizá cedido al deber político que me imponía mi partido.

Si el partido progresista ha venido al poder, como es mi opinión, prematuramente, tanto mejor para que yo haga mayores esfuerzos por ayudarle. No seré general, pero seré soldado; si queréis seré capitán; y capitán y soldado, pido a los generales que se han encargado de su formación que mi puesto sea siempre en la vanguardia. (Bien.)

Sigo creyendo, señores, que con más patriotismo en todos que pasión de partido, hubiéramos podido constituir una situación fuerte; sigo creyendo que hubiéramos podido, si no continuar como estábamos en la conciliación, al menos formar una situación de conciliación que hubiese practicado una política de conciliación [2.861] robusta y enérgica, que hubiese encontrado apoyo en todos los elementos de la revolución, y que hubiese podido contar con otros que no ha contado.

Pero el caso no ha sido así; sin embargo, yo no doy por rota la conciliación; el Ministerio ha dicho que hará la política del antiguo partido progresista. Esa es una política de conciliación; yo creo que las fracciones revolucionarias están en el deber de apoyar la conducta de este Ministerio: que si esto sucede, tendremos una política de conciliación, aunque con un Ministerio progresista. Que el Ministerio progresista está interesado en salvar la revolución de Septiembre, no hay que ponerlo en duda: que el Ministerio progresista es liberal, tampoco tiene duda, porque por la libertad viene haciendo sacrificios hace muchos años el partido progresista; y sin los esfuerzos que ha hecho, quizás no estaríamos aquí reunidos: que el partido progresista es un partido de orden, tampoco tiene duda, porque muchas pruebas tiene dadas de ello.

Ahí tenéis, pues, la libertad y el orden; pero si el Ministerio ha de realizar su pensamiento, es necesario que no se le opongan obstáculos sistemáticos; todos los que están dentro de la revolución están interesados en que todos los Gobiernos que aquí se sucedan den libertad y orden a este país. Ayudémosle, pues, los que estamos interesados por la revolución de Septiembre; y el Gabinete, llámese progresista, llámese homogéneo, realizará las aspiraciones de la revolución de Septiembre. (Bien.)



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